miércoles, 17 de noviembre de 2010

¿Para qué?

 No se donde estoy. Estoy atrapado en un lugar oscuro. No veo nada, excepto una randija con forma de cerradura por la que entra luz. Debe de ser una puerta. Voy hacia ella. No hay pomo. No puedo abrirla. Estoy encerrado. Miro por la rendija y lo que veo me rompe en pedacitos, que me temo, esta vez no voy a poder recoger. 
 Estás allí. No muy lejos. No muy cerca. Tampoco solo. Con los labios pegados a otros labios.
 No sé como puedo haber llegado hasta aquí. Tú ahí con otra persona. Yo aquí a oscuras. Sin poder salir. Me hundo. Qué puedo hacer si ya no me queda nada por lo que levantarme. 
 De repente se abre la puerta. Yo no salgo. ¿Para qué? ¿Para seguir viendote? Mejor me quedo aquí intentando componer mi corazón. Ya está suficientemente dañado. 
 Después de segundos, minutos, horas, dias o quizás semanas, encuentro todos los trozos. Bueno, no todos. Me queda uno. El más grande de todos. No lo puedo coger pero en cambio sé donde está. Te lo llevaste tú.

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