domingo, 19 de diciembre de 2010

Romeo y Julieta. (L)

Romeo:
 
 
¡Silencio! ¿Qué ilumina
desde aquella ventana las tinieblas?
¡Es Julieta, es el sol en el oriente!
Surge, espléndido sol, y con tus rayos
mata a la luna enferma y envidiosa,
porque tu, su doncella, eres más clara.
No sirvas a la luna que te envidia.
¡Su manto de vestal es verde y triste,
ninguna virgen ya lo lleva, arrójalo!

¡Es ella en la ventana! ¡Es la que amo!
¡Oh, cuánto diera porque lo supiese!
Habla, aunque nada dice; no me importa,
me hablan sus ojos, les respondo a ellos.
¡Qué idea loca! ¡No es a mí a quien hablan!
Dos estrellas magníficas en el cielo
ocupadas en algo allá en la altura
les piden a sus ojos que relumbren.
¿No estarán en su rostro las estrellas
y sus ojos girando por el cielo?
El fulgor de su rostro empañaría
la luz de las estrellas, como el sol
apaga las antorchas. Si sus ojos
viajaran por el cielo brillarían
haciendo que los pájaros cantaran
como si fuera el día y no la noche.
¡Ved cómo su mejilla está en su mano!
¡Ay, si yo fuera el guante de esa mano
y pudiera tocar esa mejilla!

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